Santiago (AFP) – El futuro del colegio más emblemático de Chile pende de un hilo. Después de semanas de violentas protestas una amenaza de cierre sobrevuela al Instituto Nacional, cuna de 18 presidentes y el principal escalón de la meritocracia chilena.
En pleno centro de Santiago, el Instituto Nacional es escenario casi a diario de violentas protestas, que incluyen enfrentamientos con la Policía y el lanzamiento de bombas molotov desde los patios y techos de este tradicional colegio, fundado hace más de 200 años.
Carros policiales y decenas de policías de las fuerzas especiales permanecen apostados hace meses en los accesos al establecimiento, donde estudiaron presidentes como los socialistas Ricardo Lagos (2000-2006) y Salvador Allende (1970-1973).
«Si sigue la escalada de violencia, tenemos que refundar el colegio», amenazó el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri.
Las clases se retomaron este lunes luego de que se decidiera adelantar dos semanas las vacaciones de invierno, después de que un estudiante resultara quemado tras manipular una bomba molotov.
A raíz de los enfrentamientos, al menos 50 alumnos fueron detenidos solo este año, mientras que la Policía ha ingresado varias veces a los patios y aulas del colegio.
– Epicentro del movimiento estudiantil –
La violencia desatada al interior de este emblemático colegio, en el que estudian más de 4.300 jóvenes y que ocupa un lugar central en las movilizaciones estudiantiles de los últimos años, no tiene una única explicación ni tampoco una única manera de afrontarla.
«Hay un proceso de movilización que lleva mucho tiempo y cuando la institucionalidad no ha dado respuesta en cinco, en siete, ocho años y no se ha hecho cargo de las demandas estructurales, que se proponen al sistema educativo público, evidentemente que la radicalización comienza a ser uno de los síntomas», dijo a la AFP el presidente del Centro de Alumnos de la institución, Rodrigo Pérez.
«Nosotros no validamos ese transitar, porque no queremos violencia para nuestra comunidad educativa pero sí entendemos por qué se generó», dijo Pérez.
En una posición antagónica, Aquiles Herrera, miembro de uno de los centros de padres, considera que «hay una sobreideologización de un grupo de estudiantes y entre ellos se potencian».
Para enfrentar la violencia, el municipio de Santiago planteó la revisión de mochilas -lo que fue fuertemente rechazado por la comunidad escolar- y la instalación de cámaras de vigilancia.
Los estudiantes, por su parte, culpan a las autoridades por el estado de abandono del colegio, con salas y mobiliario en malas condiciones, plagas de ratones y agobio estudiantil.
El Instituto Nacional ha sido por décadas uno de los principales vehículos de ascenso social en Chile, un país con una educación altamente segmentada y una sociedad profundamente desigual.
Matricularse en este colegio –público y gratuito- es todo un desafío. Cada año postulan miles de niños para las pocas vacantes que ofrece a partir del séptimo grado (12 años).
Los conflictos en los que ha estado inserto en los últimos años han repercutido en una baja en sus resultados académicos, pero es todavía uno de los mejores colegios de Chile, donde cada año varios de sus alumnos obtienen puntajes nacionales destacados en las pruebas de selección universitaria.
En simultáneo a la crisis de esta institución, los profesores de escuelas públicas chilenas suman cinco semanas de huelga para exigir al gobierno del conservador Sebastián Piñera mejoras laborales y cambios en el sistema educativo, cuya matriz mutó durante la dictadura de Augusto Pinochet.
El sanguinario régimen -que asesinó a 3.200 personas- privatizó gran parte de la educación del país.
Entre 2014 y 2018, la mandataria socialista Michelle Bachelet logró aprobar una profunda reforma educativa que puso fin a la selección de estudiantes y gradualmente avanzar hacia el fin de los pagos en colegios que reciben aportes del Estado.
Asimismo, instauró la gratuidad en las universidades para los estudiantes con menos recursos.