Río de Janeiro (AFP) – La virulencia frecuente de las declaraciones del presidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, suele ir acompañada por un lenguaje corporal agresivo, que sirve también como mecanismo de defensa para un hombre que se siente poco cómodo en público, según especialistas consultados por la AFP.
Lejos de ser un gran orador como el exmandatario de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, las intervenciones del excapitán del Ejército se distinguen por un estilo marcial y un tono en ocasiones crispado y con la cadencia entrecortada. Todo lo contrario de la comodidad que demuestra en las redes sociales -una de las piezas clave de su campaña-, donde puede ser contundente sin preocuparse por los gestos.
«Es todo menos una persona extrovertida, no es muy carismático», describe David Leucas, psicólogo y especialista de lenguaje no verbal en la Universidad Santa Úrsula de Rio de Janeiro.
«La forma de su cara en sí misma recuerda a la de una persona enfadada. Y su lenguaje corporal es frecuentemente agresivo», subraya.
«Normalmente, gesticula mucho, gestos enérgicos, con la mano abierta que parte del pecho hacia adelante, típico de una persona que trata de establecer una relación de dominación», resume el especialista.
Pero el comportamiento de Jair Bolsonaro depende también del contexto, del auditorio y del tema abordado: si no está a gusto, el discurso es mucho menos fluido y parece leer el texto como un dictado.
Así ocurrió durante el Foro Económico Mundial de Davos, a final de enero, su primera salida al extranjero: utilizó sólo seis de los 45 minutos de los que disponía, para un discurso considerado desabrido y «superficial» por la mayoría de los comentaristas.
– «Efecto tortuga» –
«Cuando está bajo presión, podemos ver cómo se le congela el cuerpo, los hombros se le encogen. A eso se le llama efecto tortuga», explica David Leucas.
Observando de cerca el video del discurso de Davos, se aprecia cómo busca constantemente con la mirada el teleprompter y su cuerpo parece balancearse ligeramente.
«No hay una base de anclaje sólida y transfiere constantemente su peso de una pierna a la otra. Ese es un síntoma de ansiedad», explica Leucas.
«Si no está cómodo, se crispa completamente o desvía la mirada y comienza a usar un lenguaje más agresivo», añade.
Bolsonaro, de 64 años, parece mucho más en su ambiente cuando interviene en ceremonias militares, a las que acude frecuentemente.
«Está claro que está mucho más relajado en presencia de militares, su postura es más natural que cuando está frente a periodistas, por ejemplo», afirma Sergio Senna, profesor del Instituto Brasileño de Lenguaje Corporal (Ibralc).
Aunque, según Senna, con el tiempo el ultraderechista ha aprendido a «suavizar» su discurso y a controlar mejor sus emociones.
Diputado durante casi 30 años, Jair Bolsonaro era especialmente conocido en el hemiciclo por sus salidas de tono provocadoras que le valieron acusaciones de racismo, misoginia y homofobia.
«A lo largo de su carrera política, muchas personas se aprovecharon de esa característica suya: es muy irritable y cuando lo hace, sobrepasa los límites», explica Senna.
– Religión y discurso de odio –
Más allá de los gestos, Bolsonaro llama igualmente la atención por el campo léxico que emplea, repleto de referencias al ejército o la patria, así como por su eterna preocupación por desmarcarse de lo políticamente correcto.
«Su forma de evitar lo políticamente correcto consiste en hablar secamente, de forma agresiva», afirma Claudiana Nogueira de Alencar, profesora de Lingüística en la Universidad el Estado de Ceará (UECE).
Las referencias religiosas son igualmente recurrentes en un presidente que se beneficia de un fuerte apoyo del electorado evangélico. Bolsonaro se siente comprometido con una «misión divina» desde que escapó al atentado que casi le cuesta la vida en 2018, en plena campaña electoral.
Una de sus frases favoritas, que repite como una suerte de mantra, es un versículo bíblico, del Evangelio según San Juan (8,32): «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres».
Citó este versículo durante su discurso de victoria después de su elección, el 28 de octubre de 2018, afirmando que había sentido «la presencia de Dios y la fuerza del pueblo brasileño».
«Se presenta como un Apóstol de la sinceridad frente a la hipocresía de lo políticamente correcto (…), pero entrega su propia versión de la verdad para propagar su discurso de odio», estima Nogueira.