Mercedes (Uruguay) (AFP) – Cada enero, músicos de jazz, cantantes y artistas plásticos llegados de todas partes desembarcan en la tranquila localidad uruguaya de Mercedes, 281 km al noroeste de Montevideo, para un encuentro poco convencional: el festival «Jazz a la calle».
«Es sin duda el mejor encuentro de jazz del país. Para los músicos se trata de la mejor cita del año», dice a la AFP Cecilia Simón, una baterista uruguaya de 28 años que lleva más de una década tocando y cuatro años acudiendo al festival a pasar diez días con músicos de todo el mundo.
«Vienen músicos de Brasil, Argentina y de Europa. Algunos nos hemos visto, otros no, pero no importa, nos conocemos tocando», explica Cecilia sentada al frente de su batería en una de las calles principales.
Cada día, cuando cae la tarde, tocan en varios puntos de esta ciudad de 40.000 habitantes, formando bandas efímeras que se juntan para interpretar un par de temas y luego se disuelven.
«Hola, me llamo Luciano», dice un joven cargando su saxo. «Hola, me llamo Florencia», responde otra, guitarra en mano. «¿Qué tocamos?». En la batería Cecilia espera que se pongan de acuerdo sobre la melodía. «Blue Monk», deciden.
Casi sin haber charlado, a veces sin hablar el mismo idioma, músicos como ellos se ponen a tocar. Y mientras la música fluye, cruzan miradas y sonrisas, y muchas veces crecen hasta una simbiosis que fácilmente culmina en la excelencia de una improvisación.
Sentados en el suelo, vecinos y turistas asisten a esos espectáculos en un ambiente festivo. Además de las improvisaciones callejeras, cada noche en un gran escenario tocan grupos profesionales que llegan invitados por la intendencia (alcaldía) departamental.
«Y todo es gratis», remarca Cecilia. «Por eso este festival es el mejor. Hay otro festival privado de jazz en Punta del Este donde todos los años van grupos buenísimos, pero nosotros no podemos tocar con ellos, nosotros no lo podemos pagar», compara.
«Cada año son mejores los músicos y el público», asegura a la AFP Marcelo Buffa, de 40 años, un ingeniero agrónomo de Mercedes.
Este año, al mismo tiempo, se celebra un concurso de murales.
– «Quiero que pinten mi muro» –
En una calle poco transitada, el uruguayo Damián Ibarguren da los últimos retoques al mural más largo del certamen, una escena de campo que se extiende por varios metros de pared y que empezó a componer «sobre la marcha» a partir del dibujo de una papa.
Un total de 38 artistas han acudido a esta cita y en ocho días han hecho más de 30 murales. La frase más repetida en el Facebook de la organización a medida que avanzaba el certamen de obras de arte ha sido «Quiero que pinten mi muro».
Improvisar, como en el jazz y en la obra de Damián, no es la única forma de pintar las paredes de una ciudad. «Me dan las medidas del muro, lo veo y me voy a casa a hacer el diseño en Photoshop», explica a la AFP la artista uruguaya Noe Cor, de 32 años.
«Cuando me pongo a pintar, no tengo que concentrarme ni crear, todo está previsto, hasta los colores. Sólo tengo que ejecutar. Y entonces puedo disfrutar de la gente del barrio», explica.
Tanto ella como Bruno Pesce, alias «Pez León», con quien ha hecho dos murales en Mercedes, destacan la generosidad de los vecinos. «Nos han llegado a traer mate (la infusión típica de Uruguay a base de yerba mate), tortas, escaleras, velas», cuentan.
– El costado social –
El componente social tampoco escapa al ambiente del festival. Cinco personas privadas de libertad, tres mujeres y dos hombres, pudieron salir para elaborar uno de los murales, en el que trabajaron con una profesora de dibujo de la ciudad.
Titulada «Aquel apretado abrazo», la obra muestra a un contorsionista en una caja de madera de la que sale abrazado a una planta. El subdirector técnico de la unidad penitenciaria en la que están los presos fue quien diseñó el dibujo.
En tanto, el artista Facundo Muñoz lideró un grupo de diez jóvenes con problemas de adicciones para ayudarles a expresar sus preocupaciones en un muro de una de las calles principales de la ciudad, donde quedaron representados unos pies que caminan hacia la libertad.
En verano ha llovido tanto que Mercedes está inundada, pero ni a los músicos ni a los artistas parece importarles. Las familias toman mate en sus bancos de siempre y los músicos ensayan a cualquier hora del día en un parque, con el crecido río Negro como telón de fondo.
Además de su marca musical, este año «Jazz a la calle» habrá dejado en Mercedes una huella menos perecedera que la de improvisadas melodías, en los muros de la ciudad.