Bogotá (AFP) – Eclipsadas por seis décadas de violencia, las leyendas e historias fantásticas están de vuelta en Colombia. Gracias a la paz, algunos ya no dudan en lanzarse a seguir el rastro de fantasmas que deambulan por la Bogotá colonial.
Un conquistador con el corazón roto, una bella empleada doméstica torturada por su ama celosa, una mula errante… las calles empedradas de la antigua Santa Fe de Bogotá, que alguna vez fue joya de la colonia española, revelan espectros en cada esquina.
Colombia es «un país rico de fantasía, leyendas, pero ha tenido durante las décadas pasadas las tensiones del terrorismo, del narcoterrorismo, de las luchas internas (…) Creo que ahora se está abriendo una ventana para volver a soñar y creer que existe lo imposible», dice a la AFP el antropólogo Esteban Cruz.
Hace dos años el gobierno firmó un histórico acuerdo de paz que silenció medio siglo de alzamiento armado de la guerrilla FARC. El pacto alivió un sangriento enfrentamiento que ha involucrado a otras guerrillas, paramilitares, fuerzas estatales y narcotraficantes, dejando millones de víctimas.
En la fría noche de la montañosa Bogotá, la leyenda de la mula errante intriga a los fanáticos de los escalofríos que se amontonan alrededor de este historiador y sus compañeros Juan Jesús Vallejo y Alejandro Bernal, periodistas autorreconocidos como «especialistas en misterios».
El grupo organiza cada mes un recorrido por los pasajes capitalinos conocidos por sus mitos, crímenes y tesoros. También dirigen el sitio www.unmundodemisterio.com.
La famosa mula perteneció a Álvaro Sánchez en el siglo XVII. Este caballero gastó todo su dinero en una casa de apuestas adonde iba a diario encaramado en su animal. Una tarde, como su cabalgadura estaba enferma, se fue a pie.
– Los espectros del virrey y su amante –
«Resulta que la mula se escapó y le fue a seguir hasta la casa de juegos. Cuando llegó, ella preguntó: ‘¿Dónde está mi amo?’ Fue tal el choque que el señor Sánchez salió sin decir una sola palabra, se devolvió a su casa y nunca más volvió a la casa de juego», cuenta Bernal, frente a la iglesia de San Francisco, una de las paradas en este recorrido de dos horas por el centro bogotano.
La historia no para ahí: después de la muerte de su amo, la mula siguió pasando por el centro de apuestas para buscarlo. «Cuentan los habitantes de esta zona que hoy en día, en especial entre las 3 y las 4 de la madrugada, se escucha el caminar de los cascos».
Frente a la iglesia, que desde el siglo XVI se alza sobre la Carrera Séptima, la arteria principal de la capital, también deambulan los fantasmas del virrey de la Nueva Granada José Solís Folch y su amante, la Marichuela.
Su idilio clandestino duró hasta que una noche el enviado de la corona española vio pasar una procesión fúnebre. En el ataúd estaba él mismo. Conmocionado, se recluyó en el convento franciscano contiguo.
«Los espíritus tanto del virrey Solís como el de la Marichuela se pueden observar transitando por aquí», dice Alejandro a las quince personas que lo siguen con la boca abierta.
El ingeniero de alimentos Miguel Ángel Mejía, de 28 años, escucha incrédulo. «No me esperaba esto», exclama. «Antes lo veía normal, hoy sé lo que pasó aquí. No seré tan ignorante del pasado».
El recorrido comienza en el Museo del Oro, que alberga más de 3.000 piezas arqueológicas. Juan Jesús, un español que llegó en 2014, recuerda el mito de El Dorado y el ritual antiguo de los indígenas que cubrían de oro a cada nuevo cacique y luego lanzaban los objetos preciosos como ofrenda en la laguna sagrada de Guatavita, cerca de Bogotá.
los indígenas cubrían su nuevo cacique con oro, y lanzaban oro al lago como ofrenda (se hacía con cada nuevo cacique)
– De El Dorado a la calle del Divorcio –
En la calle del Divorcio, dos jóvenes campesinos que huían de sus familias vivieron una pasión destructiva. Dicen que basta con que las parejas que quieren separarse la recorran a trancos para divorciarse sin problemas.
Luego, están el ascensor que se activa solo en las noches en el inmenso Palacio de Justicia o la niña vestida de blanco que se aparece en sus pasillos.
«Es un sitio cargado de energías», dice Alejandro. Este edificio fue el escenario de un cruento episodio de la guerra. En 1985, los guerrilleros del desaparecido M-19 tomaron 350 rehenes y luego el ejército contraatacó. Balance: 98 muertos, varios desaparecidos.
Del otro lado de la Plaza de Bolívar, en el Congreso, también deambula una infanta de blanco. Los empleados escuchan «ruidos extraños, golpes», cuenta Juan Jesús. Con sus colegas pasó una noche «curiosa» de investigación allí: de repente, las luces se apagaron, un soplo frío congeló sus caras, un sensor especial detectó movimientos. ¡Pero no había nadie!
Bordeando las coloridas fachadas de las casas coloniales el recorrido va llegando a su fin. La última etapa es en el Chorro de Quevedo, donde se fundó Bogotá en 1538.
Los aficionados, que pagaron 30.000 pesos (nueve dólares) por una recompensa de emociones, descubrieron en el camino el fantasma de la calle del Volcán, un soldado al que una indígena le partió el corazón.
Pero también el acontecimiento sórdido de la muchacha campesina secuestrada y desfigurada en 1860 por su ama, una solterona rica y celosa. «El espíritu de la niña se puede observar deambulando por esta calle», advierte Alejandro, para quien «el misterio es cultura» y la realidad nunca está tan lejos del mito.