Buenos Aires (AFP) – Las luces del teatro bajan, el primer violín da el La y los demás músicos afinan el instrumento, su más precioso tesoro que cuidaron durante largas jornadas de viaje a través de toda América del Sur, desde Venezuela hasta Argentina.
Es la Latin Vox Machine, una orquesta de músicos académicos venezolanos emigrados a Buenos Aires que dan su primer concierto en un teatro argentino y durante dos horas sienten que han vuelto a casa.
«Esta orquesta es especial, porque cuando tocamos juntos es como si por un momento estuviéramos de nuevo en Venezuela. Es esa energía que inunda todo el lugar cuando estamos tocando juntos. Todos venimos de la misma casa, todos somos hermanos. Creo que eso influye mucho al momento de tocar», dice la violonchelista Verónica Rodríguez, de 22 años.
Dejó Venezuela a fines de 2017 por la grave crisis que sufre su país. Tenía planes de ir a París, donde ya había sido preseleccionada para un conservatorio, pero el dinero no alcanzó.
Animada por un amigo músico, cruzó por tierra desde Maracay, en el centro-norte de Venezuela, hasta Manaos, en Brasil, donde tomó un avión a Buenos Aires.
Al llegar, comenzó a trabajar cuidando ancianos, pero ahora ya da clases de música en una escuela.
Formados en el famoso y celebrado Sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, la mayoría llegó a Buenos Aires en el último año y comenzó a tocar en el metro para ganarse la vida.
El Sistema, galardonado en 2008 con el premio Príncipe de Asturias, fue creado por el ya fallecido maestro José Antonio Abreu en los años 1970, una época de bonanza petrolera para Venezuela, y desde entonces ha formado a cientos de miles de niños y jóvenes en la música clásica.
– En el subte –
En la estación Jujuy de la línea E del metro, Fedosky Suárez interpreta a Antonio Vivaldi con el violín y su compañero César Pérez, al otro lado de la vía, le responde con el fagot. Los pasajeros estallan en aplausos y les dejan billetes en el estuche. «Che, me cambiaste el día», comenta uno.
Cada vez es más común presenciar estos conciertos en el metro, donde hasta hace poco predominaban los músicos de tango y rock.
«Hubo un momento en que empecé a escuchar músicos de altísima calidad en el subte», cuenta a la AFP Omar Zambrano, organizador y fundador de la Latin Vox Machine, al recordar cómo comenzó a acercárseles para descubrir que eran, al igual que él, venezolanos recién llegados.
Entonces, «nos empezamos a reunir, a juntar, a ver qué pasaba, cuántos había. Y eran muchos. Se nos ocurrió la idea de hacer una orquesta», explica este joven de 36 años que estudió piano pero se dedicó a la producción audiovisual.
– Mi meta y mi misión –
En esa exploración, se encontraron con el director de orquesta surcoreano Jooyong Ahn.
De 66 años, había hecho su carrera en Estados Unidos y con su esposa se instaló hace dos años en Buenos Aires. Un día le mostraron grabaciones de los jóvenes músicos venezolanos y ocurrió el flechazo.
«Todos son músicos increíbles. Lograr que estos jóvenes músicos se conviertan en profesionales es mi meta y mi misión», asegura el que desde hace un año es director ad honorem y quiere formar con ellos una orquesta que no dependa de fondos del Estado.
Para el primer concierto el 9 de octubre en el Teatro del Globo de Buenos Aires las donaciones y la solidaridad fueron parte de la clave, según Zambrano.
Al terminar el concierto no pude contener la emoción. «Estoy profundamente conmovido porque ya dejas de ser tú y eres un grupo de personas con una misma misión y un mismo motivo, que es hacer música y arte y seguir transformando vidas», dice.
– Lo más valioso –
Jaime Nieto, de 34 años, aprieta fuerte el estuche en el que guarda la flauta y el pícolo. Salió hace seis meses de la ciudad de San Juan de Colón, en los Andes venezolanos, donde dirigía una orquesta infantil.
Ya antes había estado en Buenos Aires, siendo niño dio un concierto en el Teatro Colón junto al hoy aclamado director venezolano Gustavo Dudamel.
«El instrumento es para nosotros una de las cosas más valiosas. (En el viaje) el pasaporte y el instrumento eran lo más importante. Es una extensión de nosotros y con nuestra vida lo hubiésemos cuidado. Yo sabía que venía a hacer música. Lo logré y estoy muy contento por eso», dice este joven que da clases a los vientos de una orquesta de la ciudad.
– Con los argentinos –
La orquesta es abierta. Jocelyn Zambrano, violinista de 32 años, llegó hace apenas mes y medio a Buenos Aires, donde se dedica a la repostería. Pero también tocó en ese primer concierto del Teatro del Globo.
En total son 90 músicos, de los cuales tres son argentinos (contrabajo), uno chileno (oboe) y uno colombiano (trombón).
«Queremos conseguir nuestro espacio, integrando a los argentinos. No queremos ser un gueto», indica Zambrano.
Y Jooyong le apoya. «Quisiera unir la cultura venezolana con la argentina y hacer una orquesta única», asegura.
El flautista Nieto lo ve como un viaje de ida y vuelta: «Nunca imaginamos que nos íbamos a ir. Pero esto va a ser un crecimiento para nosotros y para toda Venezuela. Los venezolanos algún día van a regresar y a llevar lo bueno que recogieron», promete.