Los Angeles (AFP) – Cuando la encontraron tenía tres años, estaba sola en un refugio sin saber de su madre, que entonces ya había sido deportada a Centroamérica: fue uno de los miles de niños separados de sus padres indocumentados por el gobierno Trump.
La historia de esta niña, a la que llamaron Laura, fue contada en una reciente manifestación en Los Ángeles por Jonathan Barrales, coordinador en el Centro Legal de los Defensores de Inmigrantes, quien visita albergues donde son colocados los menores mientras sus padres o familiares adultos son procesados por cruzar ilegalmente la frontera.
«Lo que estamos viendo es realmente una tragedia», expresó Barrales, que relató las historias de otra chiquilla que solo hablaba un dialecto indígena, de un niño que rogaba volver con su familia para su cumpleaños y otra que simplemente rompía en llanto cada vez que escuchaba la palabra «mamá».
Era un grito desesperado como el que quedó registrado en un audio difundido esta semana por el reconocido sitio ProPublica que estremeció a Estados Unidos.
«¡Mami!», «¡quiero ir con papá!», claman los pequeños en esta grabación desde el interior de una instalación de la Patrulla Fronteriza en la que se escucha a niños llorar mientras un agente bromea: «Tenemos una orquesta… Faltaba el maestro».
El presidente Donald Trump en un principio insistió en su política de separación de familias inmigrantes en la frontera y exhortó al Congreso a solucionar con una ley el tema, pero este miércoles cedió y anunció que firmará un decreto para ponerle fin.
De acuerdo con datos oficiales entregados al Senado, 2.342 menores inmigrantes fueron separados de sus familias al ingresar clandestinamente al país entre el 5 de mayo y el 9 de junio.
La medida desató una ola de indignación generalizada en Estados Unidos, pero también incrementó el miedo que muchos inmigrantes le tienen a Trump, y una especie de paranoia colectiva.
En el barrio Westlake de Los Ángeles -donde viven principalmente guatemaltecos y salvadoreños- muchos tienen miedo de hablar. En la panadería, en un local de venta de pupusas, en un centro de envío de paquetes, donde solo se habla español, coinciden en que se habla poco del tema migratorio.
«Piensan que eres de la migra, a veces hasta a nosotros no nos dicen las cosas por miedo», dijo a la AFP Tommy Trinidad, administrador de un bufete de abogados especializado en inmigración ubicado en esa zona.
– «Primero muerta» –
Luisa, de 35 años, no puede imaginar que la separen de sus hijos.
«Primero muerta», dijo en Westlake esta guatemalteca que pidió cambiar el nombre porque, aunque lleva 18 años en el país, no tiene documentos. «El día que me quiten a mis hijos me matan», añadió la mujer, que dijo sentirse con suerte por no haber pasado por eso.
Andrea tiene 32 años, tres hijos y uno en camino. Vive en Estados Unidos desde hace 13 años y asegura que «no hay paz» con este gobierno.
«Uno viene huyendo de la violencia, huyendo de las llamas y nos lanzan a la brasa», indicó.
El único cambio posible es «solo saliendo Trump», dijo José resignado, pues en tres meses tendrá que volver a México tras 20 años en Estados Unidos porque su esposa firmó una deportación voluntaria.
«Ya nosotros no podemos hacer nada», añadió, tras descartar separarse de su familia.
Trinidad indicó que en los últimos tres a seis meses notaron una radicalización de la política migratoria.
«Nos mienten», aseguró. «Llaman a las cinco de la mañana sabiendo que no vamos a contestar para que nuestros clientes firmen las deportaciones, dicen que no reciben la forma que nos reconoce como abogados de los detenidos, no respetan nada».
Y a cada rato reciben a indocumentados que no saben cómo ayudar a familiares detenidos porque temen ser arrestados si tratan de interceder por ellos.
Es lo que ha pasado con muchos de los niños separados. Familiares de sus padres no pueden asumir la custodia porque necesitan estar legalmente en el país (antes no era un requisito).
Laura, de cuatro años y que pudo ser entregada a su familia en Estados Unidos, se reunió de nuevo con su madre que volvió a cruzar la frontera.