Washington (AFP) – Alina Robert, la cubana que llegó a Miami buscando un futuro mejor y se hizo conocida junto al icónico Don Francisco, asegura que «jamás» se sintió acosada por el conductor de «Sábado Gigante», criticado por su «juego pícaro» en televisión y blanco de denuncias.
Finalista en el concurso de la cadena Univisión Nuestra Belleza Latina, Robert terminó siendo copresentadora del emblemático show del chileno Mario Kreutzberger, a quien recuerda como «un mentor», aunque reconoce que sus comentarios subidos de tono al aire la ponían nerviosa al principio.
«A veces nos decía ‘Ay, pero qué linda estás hoy’, este tipo de cosas. Jamás lo tomé como acoso o abuso», cuenta a AFP.
«Depende del sarcasmo con que estás acostumbrado a ver la vida. Como yo vengo de Cuba, donde los hombres y las mujeres son extremadamente satos (zalameros), nadie se ofende porque te digan que estás linda. Aquí en Estados Unidos si alguien se te acerca eso ya es acoso».
Para Robert, las bromas con connotaciones sexuales eran parte del «gancho» para entretener. «Había quien se abochornaba, pero yo lo veo brillante. Nunca Don Francisco me dijo algo que me pudiera hacer sentir incómoda».
«Está en ti si lo sabes manejar o no», insiste.
Don Francisco, que se despidió de su programa de variedades en 2015, tras 53 años ininterrupidos de una emisión seguida por millones en Estados Unidos y Latinoamérica, habló abiertamente el año pasado de una demanda por acoso sexual que según dijo resultó ser falsa.
Robert asegura haber aprendido mucho de esa época, pero también de su formación posterior con la mexicana Adriana Barraza, «una persona que no anda con contemplaciones» y que la empujó a sacar lo mejor de sí.
«Las lágrimas que yo he derramado con más fuerza como estudiante fueron por sus regaños», dice con admiración por el rigor teórico de la actriz nominada al Óscar por «Babel», quien también la dirigió en el cortometraje «Crisálidas» en 2016.
Ese mismo espíritu de superación decidió a Robert a buscar suerte en Estados Unidos, el país que había crecido viendo como culpable de las necesidades que se sufrían en la isla.
«Llegué en enero de 2008. Tenía 21 años, me había graduado de informática y sentía que La Habana me quedaba chiquita», cuenta.
– Maduro y el dictador Trujillo –
Cruzó con lo puesto y «un inglés muy básico» el puesto fronterizo de Laredo, Texas, donde se acogió a la ley «pies secos, pies mojados», que hasta enero de 2017, cuando se derogó al iniciarse la normalización de las relaciones bilaterales, daba a los cubanos beneficios de residencia.
Robert, que en las últimas semanas se metió en Washington en la piel de Minerva Mirabal en «El tiempo de las mariposas», una obra de teatro sobre las hermanas asesinadas por el dictador dominicano Rafael Trujillo (1930-1961), admite el «idealismo» de la revolución cubana, pero agradece la libertad de que goza en Estados Unidos.
«Mira, el comunismo como concepto, ¡qué bonito es, chica, qué lindo es! Pero como dicen en la obra: yo creo que el último comunista fue Marx».
«En Cuba y en cualquier país cuando uno no puede decir lo que piensa, comienza a ser una dictadura», agrega.
Y señala con dolor la situación en Venezuela.
«Ahorita mismo lo que está pasando en Venezuela es muy parecido a la dictadura de Trujillo», dice en alusión al gobierno de Nicolás Maduro.
¿Qué significa que en Cuba ya no estén en el poder ni Fidel ni Raúl Castro, los líderes de la revolución de 1959?
«Quisiera que significase algo. Pero hasta ahora no mucho. Cuando (el expresidente estadounidense Barack) Obama fue a La Habana, la gente estaba feliz, le devolvieron la esperanza. Pero con (Donald) Trump las relaciones se han vuelto a tensar», dice.
Sin embargo, la también protagonista del film sobre amor y migración «Make Love Great Again», presentado en el festival de Miami, destaca cierta apertura en la isla.
«En Cuba la gente está hablando más. Que se paren en medio de la calle y digan lo que piensan, no. Pero que algunos acceden a internet y leen mucho más las noticias internacionales, sí. Y creo que es un avance muy positivo».