Ciudad Arce (El Salvador) (AFP) – Carlos Argueta pasó años involucrado en actos violentos y delictivos con una pandilla en su natal El Salvador, pero ahora reconoce que fue un error y busca redimirse con un trabajo honesto en una maquiladora que fabrica camisetas para universidades de Estados Unidos.
De complexión robusta, este hombre de 39 años fue fundador de clicas (células) pandilleras y aún muestra en su cuerpo tatuajes de la Mara Salvatrucha (MS-13).
Argueta está convencido de que las pandillas pueden acabar si se crean oportunidades «sin exclusión» para que sus miembros se integren a la sociedad.
Nacidas en calles de Los Angeles, Estados Unidos, las pandillas cuentan en El Salvador con unos 70.000 miembros, de los cuales 16.000 están encarcelados.
La empresa que le abrió las puertas a los expandilleros es League Central América, situada en un parque industrial de maquilas en las afueras de Ciudad Arce, 40 km al oeste de San Salvador, donde se confeccionan camisetas para 1.600 universidades estadounidenses, entre ellas Stanford, Notre Dame y Yale.
En medio del escándalo de las máquinas, en League se observa disciplina, elevada producción y por momentos se escucha una broma y sonrisas.
– Todos estudiantes –
La condición que impone la empresa League es que todos los jóvenes que ingresan, incluyendo los expandilleros, deben completar su educación básica y estudiar inglés.
«Todos vienen en distintos horarios en grupos de 30 0 35 empleados», confirma la maestra de inglés Cristina Henríquez.
Carlos Argueta fue de los primeros expandilleros que ingresó en 2009 a League, donde siente que «respira paz» por cuanto «la mente está ocupada en la producción». También está centrado en la escuela, donde cursa el octavo año.
Las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 afrontan desde marzo de 2016 una constante persecución de las fuerzas de seguridad, que establecieron rigurosas medidas de seguridad en los presidios para cortar la comunicación de los cabecillas encarcelados y los que están en las calles.
Para Argueta, tener empleo «es el principio de un gran sueño» de vida fuera de la pandilla.
League tiene alianza con una universidad de San Salvador que envía profesores para que en salas de aula dentro de la empresa, brinden a los empleados formación en profesiones técnicas. Sábado y domingo, un autobús de la empresa traslada a los alumnos al cumpus universitario para sus prácticas de laboratorio.
Cada alumno paga de su salario 100 dólares mensuales por la educación universitaria que recibe.
Otro que aprovecha la oportunidad de estudiar es Manuel Oswaldo Henríquez, de 32 años, quien cursa estudios de ingeniería mecánica y asegura que recibe «buenas calificaciones» de sus profesores.
Henríquez se tatuó en su cuerpo a los 14 años los números de la pandilla Barrio 18, pero abandonó esa agrupación después de haber estado encarcelado y sufrir la persecución de pandillas rivales.
«Si otras empresas abren oportunidades a pandilleros, nuestro país puede cambiar», sostiene Henríquez.
Las pandillas son las principales responsables de la ola de violencia que golpea a El Salvador, con 3.962 homicidios en 2017, una tasa de 60 por cada 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo.
– Cambiando la historia –
Detrás de la llegada de los expandilleros a Leage Central América está el salvadoreño-estadounidense Rodrigo Bolaños, un ingeniero industrial de 59 años.
Tras vivir 24 años en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, Bolaños decidió regresar a El Salvador y establecer la empresa en 2009.
«Me metí a trabajar con la gente (pandilleros) más de cerca cuando comprendí el caos que tienen en sus vidas, y el resultado de ayudarles es sorprendente», reflexiona.
El ingeniero ha logrado lo que las autoridades no han podido: que exmiembros de pandillas rivales coexistan en un mismo lugar y trabajen juntos.
Bolaños celebra que desde 2009 que viene dando oportunidades a los jóvenes, ayudó a «terminar» con una célula de la violenta Mara Salvatrucha que delinquía en Ciudad Obrera, una colonia pobre donde actualmente «hay paz».
Bolaños muestra la foto de la primera promoción de 36 graduados de ingenierías mecánica, electrónica y biomédica salidos de su empresa. Dos de ellos son expandilleros y los restantes son jóvenes que estaban expuestos a integrar uno de esos grupos delictivos.
A inicios de mayo, los graduados de biomédica viajarán a Costa Rica para incorporarse a una empresa, según Bolaños.