Lima (AFP) – Francisco, el papa argentino que sacó de las sombras al impulsor de la Teología de la Liberación, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, visita la tierra donde surgió esta corriente cuyo aporte teológico a la iglesia católica ha sido reconocido por el Vaticano.
El papa, percibido como un reformista dentro de la compleja trama de tendencias en la curia, predica la pobreza y la humildad como sus principales banderas desde su elección como sucesor de Benedicto XVI hace cinco años, en marzo de 2013.
«El papa Francisco recoge las grandes líneas básicas de la reflexión teológica latinoamericana, pobreza y pecado estructural», dice a la AFP el teólogo jesuita Ernesto Cavassa, rector de la peruana universidad Antonio Ruíz de Montoya.
«Este papa quiere que la iglesia recoja la visión de los pobres», acota Cavassa, para quien Francisco sintetiza los mayores aportes de la iglesia latinoamericana a la doctrina social de la iglesia desde los sínodos de Medellín (1968) y Aparecida (1997).
Un pequeño libro de Gutiérrez, «Teología de la Liberación», publicado en 1971, remeció la Iglesia católica al sentar las bases de esta corriente que nació en América Latina y se convirtió luego en «la piedra en el zapato» del Vaticano, que la acusó de marxista por las derivas que tomó en las interpretaciones que le dieron otros sacerdotes, como el brasileño Leonardo Boff o el nicaragüense Ernesto Cardenal.
El papa Francisco siempre ha sido crítico con estos teólogos por las mismas razonas que sus predecesores.
Esa teología, que tiene como principio básico la «opción preferencial por los pobres», surgió con el objetivo de renovar el mensaje central del catolicismo en una de las regiones con mayores desigualdades del mundo. Aquello le valió también elogios.
«En la década de 1980, la situación era muy polémica porque había posiciones muy cerradas y exageraciones de politización de la Teología de la Liberación, pero luego las cosas se centraron, se evitaron excesos y la mayor prueba de que la iglesia la acepta es que el papa invitó a Gustavo Gutiérrez a una reunión a Roma», indicó a la AFP el obispo peruano Luis Bambarén, resumiendo décadas de tiras y aflojas entre sectores progresistas y conservadores de la iglesia.
– El llamamiento de Francisco –
En septiembre de 2013, seis meses después de su elección, Francisco invitó a Gutiérrez a un encuentro privado en Roma. El gesto representó un giro. Era la primera vez que un papa recibía al teólogo peruano desde que en la década de 1980 Juan Pablo II cuestionó las interpretaciones radicales que se hacían de esta corriente, alegando que fomentaban la lucha de clases.
En 1986, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, en ese momento guardián de la ortodoxia católica como Prefecto de la Congregación de la Fe, hizo observaciones críticas a su obra y le pidió aclarar sus textos.
Desde entonces, sectores conservadores de la iglesia latinoamericana, con el Opus Dei a la ofensiva, cobijados por Juan Pablo II, le bajaron el dedo.
El encuentro con Gutiérrez marcó la más clara señal de que Roma daba por superados los enfrentamientos que dividieron a la iglesia latinoamericana, entre partidarios y adversarios de la Teología de la Liberación. Luego ambos se han encontrado al menos un par de veces más, según fuentes eclesiásticas.
Gutiérrez, con casi 90 años, sigue activo a nivel académico. Cuando publicó su libro era un sacerdote seglar, pero a finales de la década de 1990 ingresó a la orden dominica.
– Francisco y Juan XXIII –
«Toda vuelta a las fuentes, a la frescura del evangelio, renueva el rostro de la Iglesia. Francisco lo hace con valentía y creatividad, a través de palabras y gestos enteramente comprensibles», dijo Gutiérrez a la AFP en una entrevista de septiembre de 2015.
Gutiérrez ha comparado a Francisco con el papa Juan XXIII (1958-1963).
La opción preferencial por los pobres entusiasmó en un primer momento a Roma, bajo el papa Pablo VI (1963-1978), quien designó obispos progresistas en la región con el mayor número de fieles católicos.
Sin embargo, Juan Pablo II (1978-2005), formado en el anticomunismo, la cuestionó, alegando que fomentaba la lucha de clases y podía distanciar a los fieles de sectores medios y altos.
Uno de los cambios que propuso fue subrayar que la Iglesia optaba por los pobres, pero que no tenía una «opción preferencial por los pobres», como pregonaba la Teología de la Liberación, una idea que Roma atribuía al análisis sociológico y a la lucha de clases.
Los casos de los arzobispos de El Salvador, Óscar Romero, asesinado en 1980, y del brasileño Helder Camara, son referentes obligados de los representantes de la TL, que tuvo en Brasil su base mayor.