México (AFP) – «Las vidas no se salvan con el corazón, se salvan con organización», dice casi gritando, Juan Carlos Gutiérrez, un rescatista experimentado ante decenas de personas ávidas de conocimientos para seguir ayudando en los derrumbes que dejó en la Ciudad de México el terremoto del pasado 19 de septiembre.
Miles de personas se volcaron el día del sismo a los derrumbes y junto con rescatistas profesionales hasta ahora han logrado sacar de los escombros a más de 100 hombres y mujeres, pero también han provocado «caos» con su falta de experiencia, que conlleva el riesgo latente de provocar otro colapso al subir a las montañas de cascajo.
Por eso una docena de organizaciones de topos, como se les conoce a las personas que se filtran por los recovecos de estructuras colapsadas, se dieron a la tarea de organizar a toda prisa capacitaciones básicas de ocho horas para que los voluntarios aprendan desde cómo manejar y contener las emociones entre ellos hasta la extracción rápida de personas y evacuación de inmuebles.
– «Todos queremos ser héroes» –
Los entusiastas voluntarios, entre los que hay tanto ancianos como gente muy joven, inician su curso gratuito con elementos básicos.
«Entonces ¿a qué velocidad debemos caminar?», pregunta Gutiérrez a un grupo en su primer módulo bajo los rayos del sol.
«¡A 120 pasos por minuto y a 130 pasos por minuto si se señala paso acelerado!», responde impaciente uno de los voluntarios con cuaderno en mano.
Gutiérrez, un hombre corpulento de aproximadamente 1,65 cm de altura, les repite casi en tono militarizado: «¡Correr no sirve! ¿Cuántas formas hay para desplazarse?».
Otro de los capacitadores les remarca que su misión, a pesar de que terminen el curso, nunca será el de levantar escombros o sacar personas, porque para hacerlo se requiere un entrenamiento profesional de mayor duración.
«Sucedió que uno de los voluntarios dijo que sí tenía experiencia y se colgó de la línea de vida de un rapelista y comenzó a tirar una pared con un mazo, hizo un desastre», les relata Brandon Cid, otro de los capacitadores, durante el curso realizado en el Parque Bicentenario y que tuvo en su primer día 650 participantes. Otros 400 se quedaron en lista de espera.
«¡Ojo, en lugar de ayudar, nos podemos volver parte de la emergencia!», les repite sin cesar en el curso rápido, que se repetirá durante un mes todos los domingos.
En la estación para aprender a extraer a personas de los escombros, Día Ordaz habla con la AFP sobre los errores y la fuerza del voluntariado.
«Todos queremos ser héroes en una situación como ésta y eso no está bien» porque los peligros son muchos, como «fugas de gas, tránsito alocado, confrontaciones entre las personas», comenta Ordaz, una profesora de licenciatura de 36 años que acudió al curso en el parque.
Con los ojos llorosos, recuerda lo «maravilloso» que ha sido el enorme número de voluntarios que han acudido no solo a las zonas de derrumbe sino también a los centros de acopio para distribuir la ayuda caminando, en motocicletas y también caminando, para fungir como agentes de tránsito.
Acudir a dar ayuda en los derrumbes «sí da miedo, pero cuando dicen que ahí adentro hay alguien vivo es impresionante como miles de personas pueden estar (ayudando) por una vida sin importar quién es. Algo pasa que no sé explicarlo todavía, pero algo pasa que dices ‘no importa'», añade Ordaz.
– No todos ayudaron –
A los pocos minutos del sismo, cientos de personas improvisaron cadenas humanas para quitar piedra tras piedra los techos, escaleras, paredes aplastadas.
«Desafortunadamente no» todos ayudaron de forma efectiva, y «vimos el riesgo que se está generando y que la gente tiene que aprender que no se ayuda con el corazón», comenta a la AFP Gutiérrez.
«Vidas en peligro y en riesgo ya tenemos, no podemos tener más», acota firme este capacitador que participó en las labores de rescate del terremoto del 19 de septiembre de 1985 y en las del sismo del 7 de septiembre de Oaxaca y Chiapas, en el sureste de México.
A partir de miércoles la mayoría de los trabajos de rescate han estado controlados por elementos de la infantería de la Marina Armada de México, pero también han participado expertos en emergencias de Israel, Estados Unidos, Japón, Alemania, España, entre otros países.