México (AFP) – Adriana se mordía los labios de angustia: su hija de siete años estaba perdida este miércoles bajo los escombros de su escuela derrumbada por el terremoto que el martes azotó México. Al menos 21 niños murieron aplastados en este lugar y los desaparecidos suman 30.
«No hay poder humano que pueda imaginar el dolor que estoy pasando», dijo en la madrugada a la AFP Adriana Fargo en un albergue improvisado a la intemperie, mientras esperaba noticias de su hija desaparecida bajo las ruinas de la escuela Enrique Rebsamen, al sur de Ciudad de México.
Sentada en una silla con los puños apretados y la mirada fija en el suelo, esta mujer traumatizada de cabellos rojizos no alcanzó a pronunciar el nombre de su hija. Cuando se le preguntó por quién esperaba, solo logró apretar los labios para contener un llanto que sería inconsolable.
Mientras, su esposo trabajaba hombro con hombro con los cientos de soldados, bomberos y rescatistas que, entre la oscuridad de la madrugada, removían cuidadosamente los escombros en busca de señales de vida de los pequeños.
Con picos, palas e incluso a mano limpia, estos hombres -que llevan casi 24 horas sin dormir y comiendo mal- no escatimaban esfuerzos en la angustiante carrera contrarreloj para encontrar con vida a los al menos 30 niños -según cifras oficiales- que siguen desaparecidos en esta escuela primaria y secundaria.
«¡Silencio, por favor! No caminen, no respiren, que tratamos de escuchar las voces» de los pequeños atrapados, clamaba desde el altavoz un policía, mientras un séquito de voluntarios, con linternas en la cabeza, llevaban largas vigas de madera para sostener los techos a punto de derrumbarse, en una zona acordonada por el Ejército y casi imposible de penetrar para la prensa y los civiles.
Hasta ahora, 11 niños y al menos una maestra han sido rescatados con vida de entre los escombros; pero 26 personas salieron ya muertas, 21 de las cuales eran menores, según el oficial José Luis Vergara, coordinador del rescate.
La tarde del martes, el centro de México fue sacudido por un terremoto de magnitud 7,1, justo el día que se cumplió el 32° aniversario del devastador terremoto de 1985.
Hasta el momento, el sismo ha dejado 217 fallecidos: 86 en Ciudad de México, 71 en el vecino estado de Morelos, 43 en Puebla, 12 en el estado de México, cuatro en Guerrero y uno en Oaxaca, según cifras oficiales.
– Llueve sobre mojado –
Esta tragedia sucede sin que México haya superado aún el trauma que le dejó otro terremoto -de 8,2 grados- ocurrido el 7 de septiembre, que dejó una centena de muertos y numerosas casas destruidas, sobre todo en Juchitán, Oaxaca (sur).
Después de ese seísmo, las autoridades de México aseguraron que revisaron concienzudamente todas las escuelas del país y verificaron que sus estructuras estaban fuertes.
Pero un puñado de madres envueltas en cobijas, junto a Adriana Fargo, sufren mientras esperan noticias de sus hijos desaparecidos en la escuela Enrique Rebsamen, un edificio de tres pisos que se redujo a uno. Algunas padecen crisis nerviosas, y ninguna pudo articular una palabra a la AFP.
María del Pilar Martí, profesora de la escuela, aseguró que los niños no consiguieron salir tras el sismo del martes. «Nos tuvimos que resguardar en nuestros salones hasta que pasara el temblor (…) Se vino una nube de polvo cuando se colapsó una parte del edificio totalmente», dijo portando una mascarilla a la cadena Televisa.
«Aparentemente hay otros nueve cadáveres localizados» entre los escombros, y «parece que están a salvo unos veinte niños con una maestra, al interior de un salón», dijo a la AFP uno de los rescatistas, bajo condición de anonimato, tras bajar de la inmensa montaña de ruinas.
Alrededor, tropas de ciudadanos voluntarios se organizaban para transportar a lo largo de una cadena humana canastos repletos de botellas de agua hasta los rescatistas. Una vez vaciados, esos canastos regresaban llenos de escombros.
Frente a la escuela, dos personas sentadas en una mesa con un ordenador hacían las veces de «centro de control» para llevar una lista de los niños muertos, rescatados y desaparecidos. Pero la falta de transporte y los cortes de comunicación y luz eléctrica complicaban las cosas.
«Es un caos… hay niños que salieron heridos de la escuela y están en hospitales solos, sin sus padres. Mientras que aquí en la escuela hay padres desesperados que no encuentran a sus hijos», dijo bajo anonimato una de las personas que llevaba control de la lista, a la cual la prensa no puede tener acceso.